TEÓRICOS DEL TEATRO
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Henrik Ibsen
(Cristianía, 1906 - Skien, 1828)
Dramaturgo noruego, uno de los renovadores del teatro universal. Nació en una
ciudad costera donde su padre poseía una destilería de aguardientes que quebró
cuando él tenía seis años. Su madre era muy religiosa. A los quince años se fue
a vivir a Grimstad, no lejos de su pueblo natal, donde su padre le había
conseguido un puesto como ayudante de un farmacéutico. Sus contactos con la
familia fueron, por el resto de su vida, esporádicos.
Henrik Ibsen
A los veinte años era ya un
librepensador, entusiasmado con las insurrecciones populares que estallaban en
toda Europa. En 1850 fue a estudiar a Cristianía (hoy Oslo). Noruega era por
esa época un país regido políticamente por Suecia y culturalmente por
Dinamarca. En 1853 aceptó el puesto de director y dramaturgo de un nuevo teatro
en la ciudad de Bergen y cuatro años más tarde volvió a Cristianía para dirigir
otro teatro que en 1862 cerró por problemas económicos.
Este fracaso marcó el comienzo de una
nueva época en su vida. Cansado de lo que consideraba estrechez de miras de su
país natal, partió a un exilio de veintisiete años por Italia y Alemania,
período durante el cual escribió el grueso de su obra. Ya en el pináculo de su
fama volvió a Noruega y en 1900 sufrió el primero de una serie de ataques de
apoplejía, que afectaron su salud física y mental. Falleció en 1906 y fue
enterrado con honores de jefe de Estado.
Como director del teatro de Bergen,
Ibsen intentó crear un drama nacional, tarea difícil ya que si bien podía
utilizarse como base el rico acervo de las sagas islandesas medievales, la
escena de su país estaba dominada por la dramaturgia francesa de Scribe (que
daba prioridad a lo ingenioso de la intriga sobre la profundidad de los
personajes), y por el idioma y la tradición histriónica danesas.
La experiencia que ganó en Bergen tuvo para él un
valor incalculable. Como director del teatro de Cristianía, ya casado con Suzannah
Thoresen, exhibió una autoridad y confianza en sus propias ideas que antes no
había mostrado. Esto se advierte en su drama Los pretendientes de la corona (1863), que forma parte de una serie de tema
histórico y en el que, con reminiscencias shakespearianas y gran precisión
psicológica, trata el tema de la dificultad del ser humano de encontrar su
misión en la vida.
Representación de Peer Gynt, de Henrik Ibsen
Con Brand (1866) y Peer Gynt (1867),
dos dramas en verso, Ibsen hace su entrada en la literatura universal. Si Brand representa
la toma de posición apasionada, los temas centrales de Peer Gynt son
la duda, la ambigüedad, la huida al mundo de la fantasía. El predicador Brand
es el idealista que lo sacrifica todo en aras de su misión. Sus exigencias
tienen un carácter absoluto, no sabe de matices. El mensaje de la obra es, en
cambio, más contradictorio. ¿Es Brand un mártir de la verdad o una víctima de
sus propias exigencias inhumanas? Peer
Gynt es en cambio una leyenda
romántica, con rasgos realistas modernos, más audaz que Brand desde
el punto de vista teatral. Su protagonista es una figura fáustica, a la vez un
soñador romántico y un monstruo de egoísmo.
En el decenio de 1870 Ibsen abandona el teatro de
ideas por el drama social realista. La primera obra de este período (y la
primera que escribió en prosa) fueLas
columnas de la sociedad (1877), que
trata de los conflictos sociales y del choque de lo antiguo con lo nuevo. Pero
el verdadero éxito le llegó con Casa
de muñecas (1879), en la que por primera
vez aparece la voz auténtica del autor.
La obra provocó escándalo, con su
osada descripción de una mujer que deja su aparentemente idílico matrimonio a
causa de su disconformidad con el rol subordinado que le toca desempeñar en él.
Es una heroína fuerte e independiente en contraste con un marido débil y
aferrado a su rol patriarcal. Pero su tema es también el efecto anquilosante de
las convenciones sociales y la necesidad de rebelarse contra ellas a fin de
alcanzar la realización personal. Esta obra no tiene un desarrollo cronológico
como las anteriores, sino que trabaja con una técnica retrospectiva en la que
el pasado va siendo revelando a medida que avanza la acción.
Un enemigo del pueblo (1882) describe la lucha de un individuo
decidido a revelar la verdad aun cuando ésta amenaza la supervivencia de toda
una ciudad y a pesar de que su porvenir y el de su familia están en juego. El
tema de la honestidad reaparece en El
pato salvaje (1884), pero se trata esta vez
de una verdad despiadada, que destruye la vida de una familia. La verdad,
parece decir ahora Ibsen, es una droga que, mal administrada, tiene efectos
letales. De los destinos de sus personajes, que son gente común y corriente,
desprendió conclusiones de una sinceridad brutal, pero también de gran sutileza
y, por momentos, de belleza poética, obligando a su público a cuestionar las
bases morales de su existencia.
Durante la segunda parte del siglo XIX, su obra
cambió el carácter del teatro europeo y lo convirtió, del divertimento a que
había sido reducido, en lo que fuera para los griegos: un instrumento para
examinar el alma. Otras obras suyas sonCatilina (1850), La comedia del amor (1862), Emperador y Galileo (1873), La unión de la juventud (1869), Espectros (1881), La casa de Rosmer (1886), La dama del mar (1888), Hedda Gabler (1890), Juan Gabriel Borkman (1896), Despertaremos de nuestra muerte (1899).[1]
Tennessee Williams
(Thomas
Lanier Williams; Columbus, EE UU, 1911 - Nueva York, 1983) Dramaturgo, poeta y
novelista estadounidense. Miembro de una familia puritana sureña, desde muy
joven sintió vocación por el teatro. Comenzó los estudios superiores en la
Universidad de Missouri, que luego continuó en la de San Louis (en el mismo
estado), y finalmente se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de
Iowa. Años antes había dejado la casa paterna por desavenencias con sus padres,
y para sobrevivir había trabajado en los más variados oficios. Fruto de una
decepción amorosa, a los once años había empezado a escribir, tomando como
modelos a Chéjov, D. H. Lawrence y el poeta simbolista Hart Crane. Se licenció
en la Universidad de Iowa en 1940, el mismo año en que estrenó, sin éxito, su
primera obra teatral.
Tennessee Williams
Sus primeras piezas fueron interpretadas por un grupo del sur de
los Estados Unidos con el que colaboró y con el que coincidía en su apreciación
de que "el arte es una forma de anarquía y el teatro una forma de
arte". Vivió la bohemia de Nueva Orleans, hasta que, movido por un
sentimiento de culpabilidad hacia su hermana, que había sufrido una lobotomía,
escribió el que sería su primer gran éxito teatral, El
zoo de cristal (1944),
inicio de una ferviente producción que lo consolidaría como el más importante
dramaturgo estadounidense de su tiempo.
Sus
personajes se hallan frecuentemente enfrentados con la sociedad y se debaten
entre conflictos de gran intensidad, en los que terminan por aflorar las
pasiones y culpas en su forma original, ajena a los convencionalismos sociales.
La intriga es escasa en sus obras, que se centran en la expresión desgarrada de
los personajes, inmersos en un ambiente opresivo, y cuyos diálogos transmiten
poesía y sensualidad.
El Sur natal proporciona a Tennessee Williams el escenario más
frecuente para sus creaciones, como en su famosa pieza La
gata sobre el tejado de cinc (1955),
que sería llevada al cine en varias ocasiones (la primera en 1958, por R.
Brooks). Sus obras alcanzaron durante los años cincuenta un renombre
internacional, sobre todo Un tranvía llamado Deseo (1947), que le valió el Premio Pulitzer y
también sería llevada a la pantalla (en 1952, por Elia Kazan).
Casi todas las obras de esos años fueron llevadas al cine, con guiones del
mismo Tennessee Williams en la mayoría de los casos, y sus versiones
obtuvieron, igualmente, un gran reconocimiento. Tennessee Williams es,
seguramente, el dramaturgo del que más piezas se han visto en la pantalla, y
esto se debe a que las características por las que tantos triunfos cosecharon
en el teatro las hacen sumamente aptas para ser trasladadas al celuloide: la
intensidad dramática, el dinamismo de la acción, los diálogos fluidos, la
hondura psicológica de los personajes (sobre todo los femeninos) y su profundo
lirismo, que son los puntales en los que se apoya el autor para analizar la
violencia primitiva que subyace en la civilización norteamericana.
Sin embargo, tras esta etapa dorada siguió una época dura para
Williams, víctima de calmantes y drogas, solo y abrumado por las críticas
adversas, en la que no consiguió escribir más que algunas piezas menores. En
1967 publicó el libro de poemas In the winter of cities y en 1975 sus Memorias, que
resultan muy interesantes para conocer el panorama del teatro norteamericano
contemporáneo. Murió solo en una habitación de hotel, tras ingerir un tubo de
pastillas contra el insomnio. A lo largo de su vida recibió diversos premios,
entre ellos dos veces el Pulitzer por Un tranvía llamado Deseo y La gata sobre el tejado de cinc.[2]
Federico García Lorca
(Fuente
Vaqueros, España, 1898 - Víznar, id., 1936) Poeta y dramaturgo español. En el
transcurso de la «Edad de Plata» (1900-1936), la literatura española recuperó
aquel dinamismo innovador que parecía perdido desde su Siglo de Oro; tal
periodo tuvo su culminación en la obra poética de la Generación del 27, así
llamada por el rebelde homenaje que sus miembros rindieron a Luis de Góngora
con motivo de su tercer centenario. Sin embargo, pese a la inmensa talla de
figuras como Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso
Alonso, Luis Cernuda o el premio Nobel Vicente Aleixandre,
ningún miembro del grupo alcanzaría tanta proyección internacional como
Federico García Lorca.
Federico García Lorca
Los
primeros años de la infancia del poeta transcurrieron en el ambiente rural de
su pequeño pueblo granadino. Cursó el bachillerato primero en Almería y luego,
tras una enfermedad, en Granada. Continuó sus estudios superiores en la
Universidad de Granada: estudió filosofía y letras y se licenció en derecho. En
la universidad hizo amistad con el prestigioso compositor Manuel
de Falla, quien ejerció una gran influencia en él, transmitiéndole
su amor por el folclore y lo popular.
En 1919
se instaló en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoció a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado, y
trabó amistad con poetas de su generación y artistas como el futuro cineasta Luis
Buñuel o el pintor
catalán Salvador
Dalí. En este ambiente de ebullición cultural brillaría pronto el
magnetismo de la arrolladora personalidad de Federico García Lorca, cuya
perenne simpatía y vitalidad encubría un íntimo malestar que sólo su obra
dejaría entrever. Sus polifacéticos intereses lo llevaron a dedicarse con
pasión no sólo a la poesía, sino también a la música y al dibujo, y empezó a
interesarse por el teatro, aunque su primera pieza teatral, El
maleficio de la mariposa, fue un fracaso.
De la poesía pura al
surrealismo
En 1921
publicó su primera obra en verso, Libro de poemas, con
la cual, a pesar de acusar las influencias románticas y modernistas, consiguió
llamar la atención. El reconocimiento y el éxito literario de Federico García
Lorca llegó con la publicación, en 1927, del poemarioCanciones y, sobre todo, con las aplaudidas y
continuadas representaciones en Madrid del drama patriótico Mariana
Pineda, basado en la heroína histórica que casi cien años antes, bajo
el exacerbado absolutismo de Fernando VII, había sido condenada a muerte por
bordar en una bandera una inscripción liberal.
Federico García Lorca
Entre
1921 y 1924, al mismo tiempo que trabajaba en Canciones,
García Lorca escribió una obra inspirada en el folclore andaluz, el Poema
del cante jondo (publicado
en 1931), un libro ya más unitario y madurado en el que se percibe claramente
lo que será un rasgo característico de su poética: la identificación con lo
popular y su posterior estilización culta. Tal orientación llegó a su plena
madurez con el Romancero gitano (1928), que obtuvo un éxito inmediato. En
el Romancero
gitano se
funden lo popular y lo culto para cantar al pueblo perseguido de los gitanos,
personajes marginales marcados por un trágico destino. Formalmente, Lorca logró
un lenguaje personal, inconfundible, cuya clave es la profunda asimilación por
parte del poeta de los elementos y formas populares y su combinación con
audaces metáforas y con una estilización propia de las exigencias de la «poesía
pura», etiqueta que en sus inicios asumieron los miembros de su generación.
Tras
este éxito, Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como becario
durante el curso 1929-1930. Las impresiones que la ciudad dejó en su ánimo se
materializaron enPoeta en Nueva York (publicado póstumamente en 1940), un canto
angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y
mecanizada. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores poemarios
dejan paso en esta obra a visiones apocalípticas, hechas de imágenes ilógicas y
oníricas que entroncan con la corriente surrealista francesa, aunque siempre
dentro de la personal poética de Lorca.
Lorca, dramaturgo
De
nuevo en España, en 1932 Federico García Lorca fue nombrado director de La
Barraca, compañía de teatro universitario que se proponía llevar a los pueblos
de Castilla el teatro clásico del Siglo de Oro. Su interés por la escena, tanto
en su vertiente creativa como de difusión, responde a una progresiva evolución
hacia lo colectivo y a un afán por llegar de la forma más directa posible al
pueblo. Así, los últimos años de su vida los consagró al teatro, aunque con
reseñables excepciones: terminó en 1934 el Diván de Tamarit, libro
de poemas inspirados en la poesía arabigoandaluza; llegó a publicar el Llanto
por Ignacio Sánchez Mejías (1935),
hermosa elegía dedicada a su amigo torero donde combina la tradición popular
con imágenes de filiación surrealista, y los Seis poemas gallegos (1935), escritos en lengua gallega; y
trabajó en diversos proyectos que quedaron en su mayor parte incompletos y que
sólo póstumamente verían la luz, entre ellos los impresionantes Sonetos
del amor oscuro, inconclusa colección de alta tensión erótica.
Federico García Lorca con la actriz Margarita Xirgu y
Cipriano Rivas en la presentación de Yerma (1934)
Fruto
de esa mayor dedicación al teatro en los años finales son los tres grandes
dramas rurales que constituyen la cima de su producción y que sitúan a Lorca
entre los grandes dramaturgos europeos del periodo: Bodas
de Sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Erigidas en piezas ineludibles del
repertorio contemporáneo, todas ellas siguen siendo constantemente
representadas en escenarios de todo el mundo; dentro del teatro de autoría
española, sólo los esperpentos de Ramón del Valle-Inclán gozan de una posición semejante.
Yerma (1934), que se centra en el tema de la
maternidad frustrada, es una verdadera tragedia al modo clásico, incluido el
coro de lavanderas, con su corifeo que dialoga con la protagonista comentando
la acción. Similar urdidura trágica hallamos en Bodas
de Sangre(1933), donde un suceso real inspiró el drama de una novia que
huye tras su boda con un antiguo novio (Leonardo). La huida llena de
premoniciones, en la que la propia muerte aparece como personaje, presagia un
final al que se viene aludiendo desde la primera escena y en el que ambos
hombres se matarán, segando así la posibilidad de continuidad de la estirpe por
ambas ramas y renovando la muerte del padre del novio a manos de la familia de
Leonardo. De esta manera, la pasión y la autobúsqueda concluyen con la
destrucción de todo el orden establecido.
La
mejor creación lorquiana es La casa de Bernarda Alba (1936), obra en que la pasión por la vida
de la joven Adela, encerrada en su casa junto con sus hermanas a causa del luto
por su padre y oprimida bajo el yugo de una madre tiránica, estalla en una
rebeldía que no teme a las últimas consecuencias; pero las ansias de libertad y
amor de Adela se estrellarán igualmente contra el muro de incomprensión de su
familia y de los usos sociales, concluyendo todo con su eliminación. Junto a la
figura de la protagonista, destaca la serie de retratos femeninos que realiza
el autor, desde la propia Bernarda hasta la vieja criada confidente de las
hijas (La Poncia), la hermana poseída por los celos destructivos (Martirio) o
la abuela enloquecida (María Josefa), que, en sus intervalos de lucidez,
complementa descarnadamente la oposición de Adela a la tiranía de Bernarda.
![http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/fotos/garcia_lorca_bernarda.jpg](file:///C:/Users/Gerardo/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image007.jpg)
La Poncia (Rosa María Sardá) y Bernarda (Nuria Espert) en
una representación moderna de La casa de Bernarda Alba
La casa de Bernarda Alba,
considerada su obra maestra, fue también la última, ya que ese mismo año, al
estallar la Guerra Civil española (1936-1939) que llevaría a la dictadura de
Francisco Franco, fue detenido por las fuerzas franquistas y fusilado diez días
más tarde, bajo acusaciones poco claras que señalaban hacia su papel de poeta,
librepensador y personaje susceptible de alterar el «orden social». Su
asesinato causó una honda conmoción internacional y convirtió al artista en el
trágico símbolo de la brutal intolerancia del fascismo.
El español universal
En su
evolución, la trayectoria de Lorca es parangonable a la de sus compañeros de
generación (de la poesía pura y la experimentación vanguardista a la
rehumanización y el compromiso social), e incluso la plena asimilación de lo
popular, que constituye uno de sus rasgos más característicos, tiene su
paralelo en Rafael Alberti. No
obstante, tras la aparente variedad de géneros y estilos, la obra de Federico
García Lorca presenta una marcada unidad temática. Tanto en el yo poético del Libro
de poemas como en
los personajes de suRomancero gitano o en los protagonistas de las grandes
tragedias de su madurez (Yerma,Bodas de Sangre y La casa de Bernarda Alba), las
ansias vitales se ven abocadas a una frustración causada por fuerzas hostiles,
las cuales pueden mantenerse en un ámbito telúrico, simbolizando acaso las
limitaciones inherentes a la condición humana, o bien objetivarse en un medio
social que, lo mismo si es tradicional o tecnificado, acaba destruyendo toda
tentativa de autorrealización.
Tal
temática explica el alcance universal de una producción por lo demás firmemente
enraizada en la tradición y el folclore español y andaluz, pero no el
insoslayable dramatismo y la hipnótica e inexplicable fascinación que siguen
suscitando sus mejores textos: examinar detenidamente el Romance
sonámbulo o la
escena final de Bodas de Sangre conduce únicamente a la evidencia de su
genio. En este sentido resultan tan injustas las interpretaciones simplistas
trazadas desde la homosexualidad del poeta como la supuesta sobrevaloración de
la obra lorquiana por su condición de insigne víctima del fascismo; presagiada
o no, su prematura muerte a los treinta y ocho años no hizo sino truncar un
flujo de creaciones que en La casa de Bernarda Alba rozaba ya la perfección.[3]
Eugène Ionesco
(Slatina, 1912 - París, 1994) Autor teatral francés de origen
rumano que fue el creador y más distinguido representante, junto con Samuel Beckett, del
teatro del absurdo.
De
padre rumano y madre francesa, su infancia transcurrió en París. Reclamado por
su padre, regresó a los trece años a Rumania, donde realizó estudios y trabajos
diversos y permaneció hasta 1938, cuando regresó a París. Inició su actividad
periodística en diversos medios rumanos y provocó, en 1934, un fuerte escándalo
por su ataque sarcástico a los valores literarios establecidos (T. Arghezi, I.
Barbu, M. Eliade).
Eugène Ionesco
Aún volvió a su país tras declararse la guerra mundial, pero
regresó a Francia (Marsella) en 1942. Fue agregado cultural de Rumania en
Vichy. Acabada la guerra y de nuevo en París, trabajó como corrector de pruebas
y traductor. En 1950 se representó su primera obra, El
Juego, que pese a no ser un éxito le granjeó la amistad de
intelectuales como A. Breton, Luis Buñuel, M. Eliade, R. Queneau y otros.
En 1970
fue elegido miembro de la Academie Francaise y obtuvo diversos premios
literarios, que en adelante serían frecuentes, como sería frenética también su
actividad en defensa de sus convicciones intelectuales y artísticas por toda
Europa y América hasta el momento de su muerte.
El
pesimismo se sitúa en la base del teatro del absurdo, que pretende poner de
manifiesto la futilidad de la existencia humana en un mundo impredecible, junto
con la imposibilidad de verdadera comunicación entre las personas; sin embargo,
su obra está cargada de humor y sentido de la humanidad.
Entre las técnicas propias de tal dramaturgia figuran el non
sense (juegos
verbales sin sentido o sin sentido aparente), la creación de ambientes
sofocantes y las situaciones carentes de lógica con el fin de resaltar el
extrañamiento y la alienación; en todo caso, su principio esencial es subvertir
los procedimientos de transposición literal de la realidad.
La obra teatral de Ionesco es muy amplia, y entre sus principales piezas se
cuentan La cantante calva (1950), una sátira fundada en la vida
cotidiana; La lección (1950), acerca de un profesor que asesina a
sus alumnos; Las sillas (1952), donde los personajes hablan con
seres que no existen; Amadeo o cómo salir del paso (1953), una parábola contra el matrimonio,
y El
nuevo inquilino (1956).
El rinoceronte (1959) es seguramente su obra más conocida;
en ella, ante la resistencia y el asombro del protagonista, los habitantes de
una villa se convierten en rinocerontes. Otras obras dramáticas suyas son La
sed y el hambre (1964)
y El
rey se muere (1962).
Escribió también abundantes textos sobre teatro, libros de memorias y una
novela, El solitario(1974).
Ionesco
fue uno de los dramaturgos más singulares e innovadores del siglo XX, de un
humor mordaz y agudo, que consiguió trasladar al medio escénico las técnicas
expresivas procedentes del surrealismo. De ese modo abrió nuevos caminos al
teatro en una sociedad fragmentada y progresivamente dividida en compartimentos
estancos, caminos que han sido seguidos por otros autores. Sus aportaciones a
lo largo de medio siglo son transcendentales, aunque aún no sean apreciadas en
su justa medida.[4]
Johann Wolfgang Goethe
(Frankfurt, 1749-Weimar, id., 1832) Escritor alemán. Nacido en
el seno de una familia patricia burguesa, su padre se encargó personalmente de
su educación. En 1765 inició los estudios de derecho en Leipzig, aunque una
enfermedad le obligó a regresar a Frankfurt. Una vez recuperada la salud, se
trasladó a Estrasburgo para proseguir sus estudios. Fue éste un período
decisivo, ya que en él se produjo un cambio radical en su orientación poética.
Frecuentó los círculos literarios y artísticos del Sturm
und Drang, germen del primer Romanticismo y conoció a Herder, quien lo
invitó a descubrir a Homero, Ossian, Shakespeare y la poesía popular.
Goethe
Fruto de estas influencias, abandonó definitivamente el estilo
rococó de sus comienzos y escribió varias obras que iniciaban una nueva
poética, entre ellas Canciones de Sesenheim,
poesías líricas de tono sencillo y espontáneo, y Sobre
la arquitectura alemana (1773),
himno en prosa dedicado al arquitecto de la catedral de Estrasburgo, y que
inaugura el culto al genio.
En 1772 se trasladó a Wetzlar, sede del Tribunal Imperial, donde
conoció a Charlotte Buff, prometida de su amigo Kestner, de la cual se prendó.
Esta pasión frustrada inspiró su primera novela, Los
sufrimientos del joven Werther, obra que causó furor en toda
Europa y que constituyó la novela paradigmática del nuevo movimiento que estaba
naciendo en Alemania, el Romanticismo.
De vuelta en Frankfurt, escribió algunos dramas teatrales
menores e inició la composición de su obra más ambiciosa, Fausto, en la
que trabajaría hasta su muerte; en ella, la recreación del mito literario del
pacto del sabio con el diablo sirve a una amplia alegoría de la humanidad, en
la cual se refleja la transición del autor desde el Romanticismo hasta el
personal clasicismo de su última etapa. En 1774, aún en Frankfurt, anunció su
compromiso matrimonial con Lili Schönemann, aunque rompió el noviazgo dos años
más tarde; tras aceptar el puesto de consejero del duque Carlos Augusto, se
trasladó a Weimar, donde estableció definitivamente su residencia.
Empezó entonces una brillante carrera política (llegó a ser ministro de
Finanzas en 1782), al tiempo que se interesaba también por la investigación
científica. La actividad política y su amistad con una dama de la corte,
Charlotte von Stein, influyeron en una nueva evolución literaria que le llevó a
escribir obras más clásicas y serenas, abandonando los postulados
individualistas y románticos del Sturm und Drang. En
esa época empezó a escribir Los años de aprendizaje de
Wilhelm Meister (1795),
novela de formación que influiría notablemente en la literatura alemana
posterior.
En 1786 abandonó Weimar y la corte para realizar su sueño de
juventud, viajar a Italia, el país donde mejor podía explorar su fascinación
por el mundo clásico. De nuevo en Weimar, tras pasar dos años en Roma, siguió
al duque en las batallas prusianas contra Francia, experiencia que recogió en Campaña
de Francia (1822).
Poco después, en 1794, entabló una fecunda amistad con Schiller, con años de
rica colaboración entre ambos. Sus obligaciones con el duque cesaron (tan sólo
quedó a cargo de la dirección del teatro de Weimar), y se dedicó casi por
entero a la literatura y a la redacción de obras científicas.
La muerte de Schiller, en 1805, y una grave enfermedad, hicieron
de Goethe un personaje cada vez más encerrado en sí mismo y atento únicamente a
su obra. En 1806 se casó con Christiane Vulpius, con la que ya había tenido
cinco hijos. En 1808 se publicó Fausto y un año más tarde apareció Las
afinidades electivas, novela psicológica sobre la vida conyugal y que se dice
inspirada por su amor a Minna Herzlieb. Movido por sus recuerdos, inició su
obra más autobiográfica, Poesía y verdad (1811-1831), a la que dedicó los últimos
años de su vida, junto con la segunda parte de Fausto. [5]
En
torno a 1860, al tiempo que culminaba su obra Los miserables,
Victor Hugo escribió desde el destierro: "Shakespeare no tiene el
monumento que Inglaterra le debe". A esas alturas del siglo XIX, la obra
del que hoy es considerado el autor dramático más grande de todos los tiempos
era ignorada por la mayoría y despreciada por los exquisitos. Las palabras del
patriarca francés cayeron como una maza sobre las conciencias patrióticas
inglesas; decenas de monumentos a Shakespeare fueron erigidos inmediatamente.
En la actualidad, el volumen de sus obras completas es tan
indispensable como la Biblia en los hogares anglosajones; Hamlet, Otelo o Macbeth se han convertido en símbolos y su autor es
un clásico sobre el que corren ríos de tinta. A pesar de ello, William
Shakespeare sigue siendo, como hombre, una incógnita.
William Shakespeare
Grandes
lagunas, un ramillete de relatos apócrifos y algunos datos dispersos conforman
su biografía. Ni siquiera se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento. Esto
daría pie en el siglo pasado a una extraña labor de aparente erudición,
protagonizada por los "antiestratfordianos", tendente a difundir la
maligna sospecha de que las obras de Shakespeare no habían sido escritas por el
personaje histórico del mismo nombre, sino por otros a los que sirvió de
pantalla. Francis Bacon, Edward de Vere, Walter Raleigh, la reina Isabel I e
incluso la misma esposa del bardo, Anne Hathaway, fueron los candidatos
propuestos por los especuladores estudiosos a ese ficticio Shakespeare. Según
otra teoría, su amigo el dramaturgo Christopher Marlowe habría sido el
verdadero autor: no habría muerto a los veintinueve años, en una pelea de
taberna como se creía, sino que logró huir al extranjero y desde allí enviaba
sus escritos a Shakespeare.
Ciertos
aficionados a la criptografía creyeron encontrar, en sus obras, claves que
revelaban el nombre de los verdaderos autores. En consonancia con las carátulas
teatrales, Shakespeare fue dividido en el Seudo-Shakespeare y en Shakespeare el
Bribón. Bajo esta labor de mero entretenimiento alentaba un curioso esnobismo:
un hombre de cuna humilde y pocos estudios no podía haber escrito obras de tal
grandeza.
Afortunadamente,
con el transcurrir de los años, ningún crítico serio, menos dedicado a injuriar
que a discernir, más preocupado por el brillo ajeno que por el propio, ha
suscrito estas anécdotas ingeniosas. Pero de las muchas refutaciones con que
han sido invalidadas, ninguna tan concluyente, aparte de los escasos pero
incontrovertibles datos históricos, como el testimonio de la obra misma; porque
a través de su estilo y de su talento inconfundibles podemos descubrir al
hombre.
Los orígenes
En el
sexto año del reinado de Isabel I de Inglaterra, el 26 de abril de 1564, fue
bautizado William Shakespeare en Stratford-upon-Avon, un pueblecito del condado
de Warwick que no sobrepasaba los dos mil habitantes, orgullosos todos ellos de
su iglesia, su escuela y su puente sobre el río. Uno de éstos era John
Shakespeare, comerciante en lana, carnicero y arrendatario que llegó a ser
concejal, tesorero y alcalde. De su unión con Mary Arden, señorita de
distinguida familia, nacieron cinco hijos, el tercero de los cuales recibió el
nombre de William. No se tiene constancia del día de su nacimiento, pero
tradicionalmente su cumpleaños se festeja el 23 de abril, tal vez para
encontrar algún designio o fatalidad en la fecha, ya que la muerte le llegó,
cincuenta y dos años más tarde, en ese mismo día.
Así,
pues, no fue su cuna tan humilde como asegura la crítica adversa, ni sus
estudios tan escasos como se supone. A pesar de que Ben Johnson, comediógrafo y
amigo del dramaturgo, afirmase exageradamente que "sabía poco latín y
menos griego", lo cierto es que Shakespeare aprendió la lengua de Virgilio
en la escuela de Stratford, aunque fuera como alumno poco entusiasta, extremos
ambos que sus obras confirman. La madre provenía de una vieja y acomodada
familia católica, y es muy posible que el poeta, junto con sus dos hermanos y
una hermana, fuese educado en la fe de su madre.
Casa natal de Shakespeare
Sin
embargo, no debió de permanecer mucho tiempo en las aulas, pues cuando contaba
trece años la fortuna de su padre se esfumó y el joven hubo de ser colocado
como dependiente de carnicería. A los quince años, según se afirma, era ya un
diestro matarife que degollaba las terneras con pompa, esto es, pronunciando
fúnebres y floreados discursos. Se lo pinta también deambulando indolente por
las riberas del Avon, emborronando versos, entregado al estudio de nimiedades
botánicas o rivalizando con los más duros bebedores y sesteando después al pie
de las arboledas de Arden.
A los
dieciocho años hubo de casarse con Anne Hathaway, una aldeana nueve años mayor
que él cuyo embarazo estaba muy adelantado. Cinco meses después de la boda tuvo
de ella una hija, Susan, y luego los gemelos Judith y Hamnet. Pero Shakespeare
no iba a resultar un marido ideal ni ella estaba tan sobrada de prendas como
para retenerlo a su lado por mucho tiempo. Los intereses del poeta lo conducían
por otros derroteros antes que camino del hogar. Seguía escribiendo versos,
asistía hipnotizado a las representaciones que las compañías de cómicos de la
legua ofrecían en la Sala de Gremios de Stratford y no se perdía las
mascaradas, fuegos artificiales, cabalgatas y funciones teatrales con que se
celebraban las visitas de la reina al castillo de Kenilworth, morada de uno de
sus favoritos.
Según la leyenda, en 1586 fue sorprendido in
fraganti cazando
furtivamente. Nicholas Rowe, su primer biógrafo, escribe: "Por desgracia
demasiado frecuente en los jóvenes, Shakespeare se dio a malas compañías, y
algunos que robaban ciervos lo indujeron más de una vez a robarlos en un parque
perteneciente a sir Thomas Lucy, de Charlecote, cerca de Stratford. En
consecuencia, este caballero procesó a Shakespeare, quien, para vengarse,
escribió una sátira contra él. Este acaso primer ensayo de su musa resultó tan
agresivo que el caballero redobló su persecución, en tales términos que obligó
a Shakespeare a dejar sus negocios y su familia y a refugiarse en
Londres". Pero es más plausible que el virus del teatro lo impulsara a
unirse a alguna farándula de cómicos nómadas de paso por Stratford, abandonando
hijos y esposa y trocándolos por la a la vez sombría y espléndida capital del
reino.
Shakespeare en la ciudad del
teatro
A
partir de ese momento hay una laguna en la vida de Shakespeare, un período al
que los biógrafos llaman "los años oscuros". No reaparece ante
nuestros ojos hasta 1593, cuando es ya un famoso dramaturgo y uno de los
personajes más populares de Londres. Entretanto se le atribuyen los siguientes
empleos: pasante de abogado, maestro de escuela, soldado de fortuna, tutor de
noble familia e incluso guardián de caballos a la puerta de los teatros. Pasarían
varios meses hasta que pudiera ingresar en ellos y meterse entre bastidores,
primero como traspunte o criado del apuntador, luego como comparsa, más tarde
como actor reconocido y, por fin, como autor de gran y merecido prestigio.
Prohibidos
por un ayuntamiento puritano que los consideraba semillero de vicios, los
teatros se habían instalado al otro lado del Támesis, fuera de la jurisdicción
de la ciudad y de la molestia de sus alguaciles. La Cortina, El Globo, El Cisne
o Blackfriars no eran muy distintos de los corrales hispanos donde se
representaba a Lope de Vega. La escenografía resultaba en extremo sencilla: dos
espadas cruzadas al fondo del proscenio significaban una batalla; un actor
inmóvil empolvado con yeso era un muro, y, si separaba los dedos, el muro tenía
grietas; un hombre cargado de leña, llevando una linterna y seguido por un
perro, era la luna.
El
vestuario se improvisaba en un rincón de la escena semioculto por cortinas
hechas jirones, a través de las que el público veía a los actores pintándose
las mejillas con ladrillo en polvo o tiznándose el bigote con corcho
carbonizado. Mientras los actores gesticulaban y declamaban, los hidalgos y los
oficiales, acomodados a su mismo nivel sobre la plataforma, les desconcertaban
con sus risas, sus gritos y sus juegos de cartas, prestos a lucir su ingenio
improvisando réplicas y a echar a perder la representación si la obra no les
complacía. En torno al patio, las galerías acogían a las damas de alcurnia y
los caballeros. Y en el fondo de "la cazuela", envueltos en sombras,
sentados en el suelo entre jarras de cerveza y humo de pipas, se veía a
"los hediondos", el maloliente pueblo.
En todo
caso, se trataba de un público con más imaginación que el actual o, al menos,
buen conocedor de las convenciones teatrales impuestas por la penuria o por la
ley. Inspirándose en el severo primitivismo del Deuteronomio, los legisladores
puritanos prohibían la presencia de mujeres en la escena. Las Julietas,
Desdémonas y Ofelias de Shakespeare fueron encarnadas por jovencitos bien
parecidos de voz atiplada, ascendidos a Hamlets, Macbeths y Otelos en cuanto
les despuntaba la barba y les cambiaba la voz. Tal era el teatro en que
Shakespeare empezó su carrera dramática.
La fecundidad
Hacia
1589, Shakespeare comenzó a escribir. Lo hacía en hojas sueltas, como la
mayoría de los poetas de entonces. Los actores aprendían y ensayaban sus
papeles a toda prisa y leyendo en el original, del que no se sacaban copias por
falta de tiempo; de ahí que ya no existan los manuscritos. Como cada tarde se
ofrecía una obra diferente, el repertorio había de ser muy variado. Si la obra
fracasaba ya no se volvía a escenificar. Si gustaba era repuesta a intervalos
de dos o tres días. Una obra de mucho éxito, como todas las de Shakespeare,
podía representarse unas diez o doce veces en un mes. Algunos actores eran
capaces de improvisar a partir de un somero argumento los diálogos de la obra
conforme se iba desarrollando la acción. Shakespeare nunca los necesitó.
Retrato y firma de Shakespeare
Acuciado por este ritmo vertiginoso y espoleado por su genio,
Shakespeare empezó a producir dos obras por año. En su primera etapa,
Shakespeare siguió la línea de estos dramas isabelinos de capa y espada. De
estos años (entre 1589 y 1592) son las obras con las que inaugura su crónica
nacional, sus dramas históricos: las tres primeras partes deEnrique VI y la historia de quien lo asesinó, Ricardo III. La comedia de los errores,
basada en un tema de Plauto, marca su faceta burlesca, y Tito Andrónico,
tragedia bárbara inspirada en Séneca, su primera obra de tema romano.
Durante la peste de Londres de 1592 (que los puritanos
aprovecharon para mantener cerrados los teatros hasta 1594), Shakespeare se
retiró a Stratford y desarrolló sus dotes poéticas. En 1593 publicó Venus y Adonis y en 1594 La violación de Lucrecia, dos
poemas largos, dedicados a su joven protector, Henry Wriothesley, conde de
Southampton, a quien se suele asociar con uno de los protagonistas de los
afamados sonetos. Según figura en los documentos, en 1594 ya era miembro
destacado de la mejor compañía de la época, la Lord Chamberlain's Company of
Players (Compañía de Actores de lord Chamberlain), nombre tomado de su
protector, y había escrito La fierecilla domada, Los dos hidalgos de Verona, dos
comedias de inspiración italiana y una tercera, Trabajos de amor perdidos,
ambientada en una Navarra imaginaria.
Shakespeare empezó de actor en la compañía y aunque siguió
haciéndolo hasta 1603, nunca llegó a interpretar papeles principales. Sin
embargo, la experiencia debió serle útil. Como Molière, Brecht o Bulgákov,
Shakespeare fue un verdadero hombre de teatro: lo conocía desde dentro,
participaba en los ensayos, presenciaba los espectáculos y concebía sus
personajes pensando en actores concretos. Paralelamente a su éxito teatral,
mejoró su economía. Llegó a ser uno de los accionistas de su teatro, pudo
ayudar económicamente a su padre e incluso en 1596 le compró un título
nobiliario, cuyo escudo aparece en el monumento al poeta construido poco
después de su muerte en la iglesia de Stratford. Entre 1594 y 1597 escribió Romeo y Julieta y El sueño de una noche de verano, dos
obras de amor y de juventud, y los dramas históricos Ricardo II, El rey Juan y El mercader de Venecia.
En 1598 la compañía de Chamberlain se instaló en el nuevo teatro
The Globe (El Globo), cuyo nombre se uniría al de Shakespeare para siempre.
Ésta parece que fue la etapa más feliz del escritor, la época de las comedias Mucho ruido y pocas nueces, Como gustéis, Las alegres comadres de Windsor (que según la leyenda fue escrita en quince
días por encargo urgente de la reina), Noche de Reyes y Bien está lo que bien acaba,
escritas todas entre 1598 y 1603. De estos años son también (como anticipando
su próxima etapa) Julio César,Troilo y Crésida y su obra más famosa y perdurable, Hamlet.
A la
muerte de Isabel l en 1603, Jacobo I, hijo de María Estuardo y rey de Escocia
desde 1567, se convirtió también en rey de Inglaterra y la compañía de
Chamberlain pasó bajo su protección con el nombre de King's Men (Hombres del
Rey). A pesar del cambio de nombre y de protector, el teatro mantuvo su
carácter público: hicieron representaciones para todo el mundo, incluso para la
corte.
Ante
tal éxito, la compañía inauguró una pequeña sala cubierta en 1608, la
Blackfriars, con una entrada más elevada y para un público más selecto.
Financieramente, la compañía funcionaba como una sociedad anónima de la que
Shakespeare fue uno de sus más importantes accionistas. Debido a la buena
administración, su posición económica se afirmó aun mas: compró varias
propiedades en Londres y en Stratford, hizo distintas inversiones, entre ellas
algunas agrícolas, y en 1605 compró una participación de los diezmos de la
parroquia de Stratford, gracias a lo cual (y no a su gloria literaria) sería
enterrado en el presbiterio de la iglesia.
El último acto
Shakespeare
tuvo siempre obras en escena, pero nunca aburrió. Entre 1600 y 1610 no dejó de
estar en el candelero con sus príncipes impelidos a acometer lo imposible, sus
monarcas de ampuloso discurso, sus cortesanos vengativos y lúgubres, sus tipos
cuerdos que se fingen locos y sus tipos locos que pretenden llegar a lo más
negro de su locura, sus hadas y geniecillos vivaces, sus bufones, sus
monstruos, sus usureros y sus perfectos estúpidos. Esta pléyade de criaturas
capaces de abarrotar cielo e infierno le llenaron la bolsa.
A fines de siglo ya era bastante rico y compró o hizo edificar
una casa en Stratford, que llamó New-Place. En 1597 había muerto su hijo,
dejando como única y escueta señal de su paso por la tierra una línea en el
registro mortuorio de la parroquia de su pueblo. Susan y Judith se casaron, la
primera con un médico y la segunda con un comerciante. Susan tenía talento;
Judith no sabía leer ni escribir y firmaba con una cruz. En 1611, cuando
Shakespeare se encontraba en la cúspide de su fama, se despidió de la escena
con La tempestad y, cansado y quizás enfermo, se retiró a su
casa de New-Place dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su jardín y
resignado a ver junto a él cada mañana el adusto rostro de su mujer. En el
jardín plantó la primera morera cultivada en Stratford. Murió el 23 de abril de
1616 a los cincuenta y dos años, en una fecha que quedó marcada en negro en la
historia de la literatura universal por la luctuosa coincidencia con la muerte
de Miguel
de Cervantes. En realidad, fue una coincidencia de fechas, no de
días: el 23 de abril de 1616 del calendario juliano, que se empleaba todavía en
Inglaterra, corresponde al 3 de mayo de 1616 del actual calendario gregoriano,
ya adoptado por aquel entonces en España.
Los misterios de Shakespeare
Es cierto que la juventud del poeta ofrece los pasajes más
desconocidos para el biógrafo. Sin embargo, los verdaderos misterios de su vida
pertenecen a aquellos años en que su carrera puede ser reconstruida con
bastante fidelidad. El más conocido de estos enigmas está relacionado con sus Sonetos, publicados en 1609, pero
escritos, en su mayor parte, unos diez o quince años antes. Uno de los
protagonistas de los 154 sonetos es un apuesto joven a quien el poeta admira
mucho, y el otro es la famosa dark lady,
"dama morena", que le fue infiel con el anterior.
Muchos
intentaron encontrar en estos poemas claves de la vida interior de Shakespeare,
pruebas de su presunta homosexualidad, afirmando que el joven galán de los
sonetos o, tal vez, la "dama morena" no era otro que el conde de
Southampton, mecenas del debutante autor, a quien le había dedicado sus dos
primeras obras poéticas. No se sabe con certeza quién era el objeto de la
adoración secreta del poeta. Sus únicas referencias personales comprensibles y
claras son menudencias: que sufría de insomnio, que le gustaba la música, que
reprobaba las mejillas pintadas y el uso de las pelucas.
El conde Henry Wriothesley de
Southampton, protector de Shakespeare
Otra de las incógnitas es que sus años de más éxito social,
económico y profesional, entre 1603 y 1612, coinciden con la época de sus
grandes tragedias, sus obras más amargas y desilusionadas, como Otelo, El rey Lear, Macbeth, Antonio y Cleopatra, Coriolano y Timón de Atenas.
Incluso la última comedia de estos años, Medida por medida, es
más sombría que muchos de sus dramas. Además, sus últimas cuatro obras, Pericles, Cimbelino, El cuento de invierno y La tempestad, su maravillosa
despedida del teatro y del mundo, muestran una curiosa incursión de elementos
novelescos y pastoriles en su teatro, sin duda bajo la Influencia de la nueva
generación de dramaturgos como Francis Beaumont o John Fletcher. Hay otras dos
obras, Enrique VIII y Los dos nobles parientes, ambas
de 1612-1613, cuya autoría parcial suelen atribuírsele, ya que según todos los
indicios fueron escritas en colaboración con el joven Fletcher, con las que el
número de sus piezas teatrales sumarían 38. Pero La
tempestad es
considerada universalmente como su última obra.
Sea
como fuere, lo cierto es que alrededor de 1613, es decir a los cuarenta y ocho
años de edad, en pleno poder de sus facultades mentales y en el cenit de su
carrera, Shakespeare rompió abruptamente con el teatro y se retiró a su ciudad
natal como podría hacerlo un pequeño burgués que después de una vida de trabajo
quisiera gozar de sus bienes en la quietud campestre. Sus últimos años
transcurrieron como los de un respetado hidalgo rural: participaba en la vida
social de Stratford, administraba sus propiedades y compartía sus días con sus
familiares y vecinos.
Sus
obras siguieron en cartelera hasta después de su muerte, y debió conservar
algún contacto, aunque sólo amistoso, con el teatro. Incluso se dijo, según una
leyenda registrada casi medio siglo después, que murió a consecuencia de un
banquete celebrado en compañía de su colega Ben Jonson. Contradice a esta
historia el hecho de que un mes antes de su muerte dictara su testamento
rubricándolo con una firma temblorosa que permite imaginar que ya se encontraba
enfermo.
El
testamento, extenso y minucioso, está relacionado con el último misterio de la
vida de Shakespeare, aunque sea sólo menor y de orden anecdótico: después de
nombrar como heredero principal al marido de su hija mayor, Susan, y de legar
valiosos objetos de oro y de plata a su otra hija, Judith, dejó a su mujer su
«segunda mejor cama». Nadie ha podido descifrar el significado verdadero de tan
extraño legado, que, a su vez, dice mucho del cariz del matrimonio del poeta.
La
posteridad se ha ocupado de Shakespeare más que de cualquier otro autor, y no
sólo en el sentido positivo. Muchos querían negarle la autoría de su obra
atribuyéndosela a espíritus más elevados, preferiblemente de origen ilustre. A
Voltaire y a Tolstói, por ejemplo, les irritaba no la persona del poeta (o su
origen plebeyo), sino su obra, que es lo contrario a todo orden clásico, regla
artística o realismo formal. Es la misma libertad: verbal, dramática,
emocional. Se expresa con veloces imágenes, en una misma obra salta años, países
y mares, cambia azarosamente los hilos de la trama y alterna el tono cómico con
el trágico. Su obra es la perenne inquietud y su perspectiva, el infinito. Hace
caso omiso de los cánones de la composición porque obedece a unas leyes más
importantes y atávicas que las de la unidad de tiempo o de lugar. Nadie logró
inmortalizar a tantos personajes como ese dramaturgo que prácticamente no llegó
a inventar ni una sola historia propia.
En una
de esas metáforas asombrosamente plásticas que tanto abundan en su obra,
Shakespeare define la gloria como «un circulo en el agua / que nunca cesa de
agrandarse / hasta llegar a ser tan ancho / que se disipa en la nada...». Pero
la suya no fue así. No tendió a desvanecerse, ni siquiera a languidecer:
después del relativo desinterés por su obra en los tiempos de moral puritana y
de gusto neoclásico, a partir del prerromanticismo se le volvió a descubrir de
modo universal. Desde entonces todas las épocas y estilos tienen su propio
Shakespeare, corroborando la predicción de su amigo y rival, Ben Jonson: «Él no
era de una época sino para todos los tiempos».[6]
[1] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ibsen.htm
[2] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/w/williams.htm
[3] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/garcia_lorca.htm
[4] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ionesco.htm
[5] http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/goethe.htm
[6] http://www.biografiasyvidas.com/monografia/shakespeare/
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