CAPÍTULO 5. La distribución. Mercado y clientes
1. Introducción
Si sentáramos alrededor de una mesa de trabajo a
fabricantes, consumidores y distribuidores, obtendríamos de ellos una opinión
unánime: el mercado está evolucionando muy rápidamente a consecuencia de un
marcado y profundo cambio en el comportamiento de los diferentes protagonistas
que inciden en el mercado y su entorno:
·
Los fabricantes. El antiguo poder del
fabricante se ha diluido y se enfrenta a serios retos que le plantean la
globalización, los avances tecnológicos, la competencia, el poder de la
distribución y, por qué no, la falta de fidelización del cliente.
·
Los consumidores. El consumidor es cada
día más exigente, ya que al estar más formado e informado demanda productos y
servicios con la máxima calidad, mejor precio y mayor valor añadido. Por ello
fidelizarlo se ha convertido en el principal objetivo de las compañías y es ahí
donde el concepto de «cuota de mercado» ha dado paso al concepto
anglosajón share of costumer (cuota de cliente).
·
Los distribuidores. Competencia,
concentración de mercados, globalización y diversificación hacia nuevos
formatos y canales, así como el avance rápido de las nuevas tecnologías y
comercio electrónico, conforman los grandes retos a los que se enfrenta la
distribución tanto en nuestro país como en el resto del mundo.
Pero para intentar dar respuestas válidas a la
multitud de interrogantes que se han planteado, conviene adentrarnos en el
concepto de «mercado», pero siempre desde una óptica comercial, refiriéndose al
producto y lugar donde se produce el intercambio y las transacciones entre la
demanda y la oferta. Por tanto, podemos indicar que el mercado existe cuando se
dan cita en él los siguientes elementos:
·
Productos y/o servicios.
·
Una oferta en mayor o menor medida.
·
Una demanda real o con probabilidades
de crearse.
·
El contexto o entorno donde
desarrollarse.
·
Las fuerzas comerciales o
intermediarios.
2. El mercado en el marketing
Uno de
los efectos positivos de la globalización es que ha servido para darnos cuenta
de que los mayores cambios que afectan a la actividad de la compañía se están
realmente produciendo en el entorno. La empresa y, sobre todo, los clientes,
están cambiando. Quizá todos deberían preguntarse: ¿qué está cambiando
alrededor?, ¿cómo afectan estos cambios al cliente?, ¿qué impacto tendrán en
los productos y servicios de la empresa? Como afirmaba Jack Welch en su libro El
ejecutivo del siglo XX: «Si el índice de cambio dentro de la
empresa es menor que el índice de cambio de su entorno, su final es próximo».
Por ello, el mercado se encuentra estrechamente relacionado con la gestión
profesional del marketing a través de las siguientes etapas:
A) Conocimiento
Investigar
y analizar un mercado supone considerar los diferentes nichos y segmentos de
mercado que, una vez agrupados, forman el mercado global, un conocimiento
profundo de ellos contribuirá a que tengamos éxito en nuestra gestión.
B) Elección de las estrategias
Una vez
segmentado el mercado, debemos poner en marcha las diferentes estrategias
posibles, de cara a alcanzar los objetivos marcados, adecuarnos a la demanda y
mantenernos en una posición estratégica. Para ello desarrollaremos una política
de marketing acorde a nuestras posibilidades y objetivos.
C) Implementación
Para alcanzar
los objetivos que nos hemos marcado debemos pasar a la acción; para ello
utilizaremos las diferentes variables o herramientas de marketing de que
dispongamos. A este respecto tenemos que considerar la existencia en el mercado
de una serie de variables incontrolables (competencia, management,
cultura, leyes, entorno...) y otras controlables (canales elegidos, vendedores,
promoción, precios, marca...) que pueden desvirtuar en gran medida los
resultados previstos. Del mix que realicemos, con las diferentes
variables, se obtendrán las respuestas válidas que deseemos dar al mercado.
D) Control
Al
encontrarnos en un mercado muy dinámico, cualquier cambio que se produzca, en
una o varias variables, puede modificarlo, por lo que el responsable del
marketing deberá permanecer atento y efectuar los ajustes necesarios para
alcanzar los objetivos marcados.
3. División del mercado
Todo profesional de marketing tiene como fin
primordial gestionar la demanda de la mejor forma posible, para ello ha de
estar permanentemente estimulando al mercado para que adquieran los productos
de su empresa. Aunque en los últimos tiempos se está hablando de otro tipo de
mercados como los no lucrativos, globales,etc., refiriéndose a este apartado,
mi experiencia profesional me indica centrarme en la clasificación tradicional
existente, ya que todos los nuevos conceptos están comprendidos en la misma:
·
Mercados de bienes de consumo.
·
Mercados de bienes industriales.
·
Mercados de servicios.
Sobre esta gran división se pueden realizar cuantas
subdivisiones se consideren oportunas por la empresa, de cara a una mayor
operatividad o clarificación de mercados. A título de ejemplo diremos que
mientras que para el ama de casa el azúcar es un producto de consumo ordinario,
para el horno de pastelería es un bien industrial que utiliza en su proceso de
fabricación. De cualquier forma, y siguiendo con la división realizada en un
principio, explicaremos estos tres tipos de mercado:
3.1. Mercados de bienes de consumo
Son aquellos mercados donde se comercializan
productos destinados a satisfacer las necesidades del consumidor final, que en
base a la variable tiempo puede destinarlas a su consumo inmediato (pan, leche,
detergente...) o duradero (televisión, mesa, camisa...). Las principales
características del mercado de bienes de consumo son las siguientes:
·
Amplia gama de productos, con una
fuerte renovación de sus existencias.
·
Utilización, en su mayoría, de los
diferentes canales de distribución.
·
Existencia de fuerte competencia en la
mayoría de los sectores.
·
Fuerte implantación de compañías
multinacionales.
·
Políticas de marketing muy
desarrolladas para una mayor y mejor comercialización.
·
Mercado muy agresivo y de fuerte
competitividad.
·
Mayor protagonismo que ha adquirido la
distribución sobre la fabricación.
·
Mercado que ha de saber convivir con la
influencia asiática.
·
Etcétera.
GRÁFICO 1. PROCESO DE DECISIÓN DE COMPRA DE
PRODUCTOS DE GRAN CONSUMO
4. Tipos de mercado en razón a la oferta y demanda
3.2. Mercados de bienes industriales
Son aquellos mercados que comercializan productos
principalmente para utilizarse en la elaboración de otros bienes. Este mercado
está cada vez más profesionalizado de cara a evaluar las diferentes ofertas que
se le presentan para su elección. Las principales características que se dan en
este tipo de mercado son las siguientes:
·
Proceso de comercialización
generalmente largo y complejo.
·
Mercado que requiere grandes
conocimientos técnicos a la vez que comerciales.
·
Utilización de canales cortos de
distribución en la mayoría de los casos.
·
Fuerte correlación con la demanda derivada,
ya que su comercialización dependerá de la demanda que pueda darse por
determinados sectores. Como ejemplo podríamos citar el mercado del vidrio y su
dependencia con el de la construcción de viviendas y oficinas.
·
Productos que generalmente llevan un
proceso de fabricación y ciclo de vida largo.
·
Menor utilización de las diferentes
estrategias del marketing en sus planes de viabilidad.
·
Necesidad de fuertes inversiones en
I+D+i.
·
Etcétera.
3.3. Mercados de servicios
Están englobados en el sector terciario de la
economía de un país desde una óptica de marketing, nos estamos refiriendo a
aquellos bienes o productos de naturaleza principalmente intangible que
satisfacen la cada vez mayor demanda de este tipo de productos. Por las
características típicas de este mercado, España tiene un importante potencial,
aunque para ello se debería profesionalizar aún más la gestión (por ejemplo
sanidad, banca, formación, turismo, transporte, etc.).
Las nuevas tecnologías y principalmente Internet y
el e-commerce están teniendo un importante protagonismo en la
economía del país y más concretamente en lo referente a este apartado. Sus
principales características son:
·
Dan mayor protagonismo al concepto
calidad.
·
Los servicios no pueden almacenarse.
·
Difícilmente existen dos servicios
totalmente iguales.
·
Importancia creciente en la aplicación
de las diferentes variables del marketing.
·
El factor humano adquiere un gran
protagonismo.
·
El valor añadido es el que marca el
diferencial del bien.
·
Su desarrollo puede llegar a sustituir,
en una balanza de pagos de un determinado país, la carencia de materias primas.
·
Etcétera.
4. Tipos de mercado en razón a la oferta y demanda
Quizá,
la clasificación más conocida es la realizada por el economista Stackelberg:
Compradores
|
Vendedores
|
||
Muchos
|
Pocos
|
Uno
|
|
Muchos
|
Concurrencia
perfecta |
Oligopolio
Oferta |
Monopolio
Oferta |
Pocos
|
Oligopolio
Demanda |
Oligopolio
Bilateral |
Monopolio limitado
Oferta |
Uno
|
Monopolio
Demanda |
Monopolio limitado
Demanda |
Monopolio
Bilateral |
Esta
forma clásica de diferenciar los mercados según los oferentes y demandantes
puede ser mejorada si elaboramos una matriz de trabajo en la que se combine la
clasificación de Stackelberg con la etapa del ciclo vital del producto en que
se encuentre.
5. El cliente
Todo profesional de marketing desea que en el
mercado se dé la concurrencia perfecta para poder así desarrollar las
diferentes estrategias que hagan posicionar al producto y a la empresa en un
lugar privilegiado. El consumidor está cada vez más formado e informado y es
más exigente, y con el incremento del nivel de vida, el deseo determina los
hábitos de compra que generalmente prioriza el valor añadido de productos a su
funcionalidad. Además tendremos que tener en cuenta que en todo mercado
competitivo existen una serie de grupos sociales, cuyas reacciones incidirán de
forma directa en nuestros resultados. A continuación se indican los más
representados:
·
Compradores o utilizadores de los
productos comercializados por nuestra empresa.
·
Compradores o utilizadores de los
productos comercializados por las empresas de la competencia.
·
Compradores o utilizadores potenciales
que en la actualidad no consumen nuestros productos ni los de la competencia,
cualquiera que sea la razón.
·
Los no compradores absolutos del
producto que, sin embargo, pueden incidir en un momento determinado positiva o
negativamente en su comercialización. Ejemplo: los ecologistas con respecto a
ciertos productos de perfumería, industriales, etc.
·
Los prescriptores o indicadores son
aquellos que conociendo el producto pueden influir por diferentes motivos en la
adquisición o no de un bien determinado. Ejemplo: directores de bancos con
respecto a determinados productos (seguros, Bolsa, inmobiliaria, etc.),
profesores de golf con respecto al material utilizado (palos, pelotas, etc.).
·
Los líderes de opinión son las personas
que debido principalmente a su posicionamiento y reconocimiento social pueden
incidir fuertemente en la opinión general del mercado, según sea su inclinación
hacia un determinado producto. Este tipo de personajes suelen ser utilizados en
el mundo de la comunicación y la publicidad para ayudar a sensibilizar a un
determinado estrato social frente a una idea.
Una vez definidos los diferentes tipos de
consumidores que existen teóricamente en el mercado, conviene hacer una
reflexión sobre los resultados que se obtienen tanto de los denominados
«clientes satisfechos» como de los denominados por Peter Druker «clientes
internos» que son todos aquellos que componen la plantilla de una compañía, ya que
en ambos casos intervienen fuertemente en la comercialización de una empresa.
5.1. Tipos de clientes
El marketing actual se acentúa menos en la venta
del producto y pone mayor énfasis en aprovechar la relación en el tiempo con el
cliente, es decir, fidelizarlo. Aquí es donde el término de marketing
relacional vuelve a adquirir importancia, ya que trata de establecer una
relación rentable entre cliente y empresa. Pero para ello es preciso conocer lo
mejor posible al cliente y así poder adecuar nuestra oferta a sus necesidades.
En un principio he valorado traer a este apartado dos clasificaciones
diferentes, aunque soy consciente de que el mercado puede ofrecernos un gran
número de ellas.
A continuación indico en una matriz de trabajo los
diferentes tipos de clientes que existen por nivel de fidelidad, en base al
grado de satisfacción y fidelidad que mantienen con nuestros productos.
|
|
Nivel de fidelidad
|
|
Bajo
|
Alto
|
||
Nivel de
satisfacción
|
Bajo
|
Opositor
|
Cautivo
|
Alto
|
Mercenario
|
Prescriptor
|
·
Opositor. Busca alternativas a nuestro
servicio. Descontento. Generador de publicidad negativa que puede destruir el
mejor marketing.
·
Mercenario. Entra y sale de nuestro
negocio, sin ningún compromiso. Al menos no habla de nosotros.
·
Cautivo. Descontento. Atrapado, no
puede cambiar o le resulta caro. Es un vengativo opositor en potencia.
·
Prescriptor. Alto grado de
satisfacción. Fiel. Amigo y prescriptor de la empresa. Un buen complemento de
nuestro marketing.
Por nivel de compra los clientes pueden clasificarse
de la siguiente forma:
·
Low cost. El objetivo del comprador low cost es
ahorrar todo lo que pueda. Se les identifica porque son compradores frecuentes,
con cestas pequeñas y dominan el arte de descubrir los precios más bajos. Su
producto preferido, las marcas blancas.
·
Cestas pequeñas. Definitivamente,
es un perfil en auge. Compradores que viven solos, en viviendas de reducidas
dimensiones, con pocos armarios y neveras pequeñas. Hacen pocas compras por
obligación, porque no les cabe más en la despensa.
·
Adictos a las compras. No
pueden evitarlo, comprar es su mayor placer y son los que más gastan. Son
parejas jóvenes con hijos de mediana edad. Viven en las ciudades de más de
100.000 habitantes y en las grandes áreas metropolitanas.
·
Pragmáticos. Hacen la
compra porque la nevera no puede quedar vacía, pero adquieren sólo lo
necesario. Buscan las marcas de siempre, las que conocen y saben que no le
acarrearán problemas. Reclaman, ante todo, una compra fácil.
·
Tradicional. Llama a los
tenderos por su nombre de pila. Le gusta hablar con ellos, pasearse, comentar
la jugada y que los tenderos le mimen. Acuden a tiendas especializadas y
realizan compras elevadas. Más que comprar, pasan la tarde.
·
Compra de barrio. Sea lo
que sea, que quede cerca de casa. Suele ir a las tiendas muy a menudo, pero
realiza compras muy reducidas. No es un gran previsor: cuando falta algo, sale
a comprarlo sin pensar en lo que pueda faltar mañana.
·
Multiestablecimientos. No
les importa dónde comprar: son infieles por necesidad. Se consideran
innovadores porque les gusta probar marcas nuevas, tiendas nuevas. No se casan
con nadie: son muy sensibles a las promociones de los productos.
·
Hipercarros. El objetivo es llenar la
despensa. No tienen tiempo y concentran gran parte de su compra en los fines de
semana. Son los que menos veces van a comprar al año. Pero cuando lo hacen lo
más normal es que los carros pasen por caja totalmente llenos.
5.2. El valor del cliente
Existe una cierta confusión entre las personas de
la empresa, que reciben mensajes contradictorios. Por un lado, les dicen que
hay que tratar a todos los clientes igual. Por otro, les están diciendo que hay
que segmentar la base de clientes para identificar a los más importantes y
centrarse en ellos.
Incluso algunas empresas instalan aplicaciones
informáticas muy potentes y sofisticadas pensando que son la solución para
eliminar esta confusión y así orientar a sus empleados; pero estas
expectativas, según nos demuestran muchos estudios empíricos, no se alcanzan,
creando mayor nivel de frustración en todos y comenzando la búsqueda de
responsables, y qué más fácil que culpar a la herramienta, que no puede
protestar.
El problema no radica en la disfunción de la
herramienta pues la mayoría de ellas funcionan muy correctamente y pueden ser
una ayuda magnífica para todas las empresas que de verdad quieran fidelizar a
sus clientes valiosos; la solución debemos encontrarla actuando en el origen,
esto es, la desorientación del empleado. No podemos resolverlo actuando sobre
los efectos ya que esto nos lleva a una dinámica reactiva continua, donde muy
lejos de generar valor, razón de ser de la empresa, sólo nos produce un consumo
excesivo de recursos y la correspondiente frustración de clientes, empleados,
directivos y accionistas.
La situación por tanto se puede resumir en que
tenemos la intención y las herramientas para conseguir la fidelidad de los
clientes valiosos, pero existe una desorientación sobre cómo y sobre quién
actuar.
Lo primero que tenemos que hacer es ser precisos en
la comunicación hacia los empleados, auténticos pilares de la fidelización de
los clientes; hay que eliminar las posibles contradicciones. Así, cuando se
dice que hay que tratar a todos los clientes por igual, creo que habría que
perfeccionar el mensaje para crear una auténtica cultura sobre la que edificar
el proceso de fidelización de los clientes, siendo el mensaje que hay que
tratar de forma correcta, profesional y cálida a todos los clientes, pero hay
que reservar los recursos suficientes como para dar un trato preferencial a los
clientes más valiosos.
Una vez inculcada esta base cultural en la empresa
lo que hay que hacer a continuación es orientar a los empleados sobre quiénes
son esos clientes valiosos, cómo identificarlos, cómo saber quiénes son.
Por ello debe distinguirse entre valor del cliente
y rentabilidad del cliente. La mayoría de las empresas que segmenta a sus
clientes lo hacen por criterios de rentabilidad individual, de tal forma que
cuando se plantean los programas de fidelización, los esfuerzos se centran en
los clientes que hacen más transacciones y de más volumen, en principio no
parece que sea incorrecto, pero si pensamos en los objetivos reales de la
fidelización, llegaremos a la conclusión de que puede ser un error, o más bien
que hay que matizar el criterio de segmentación.
El cliente no puede ser considerado de forma
individual. Todo cliente se relaciona con otros que son como él y por lo tanto
que pueden ser potenciales clientes de nuestra empresa, y en esa relación,
comenta las bondades y las frustraciones de sus relaciones profesionales,
personales y comerciales con lo que puede influir en las decisiones de los que
se relacionan con él, algo que las empresas tienen que considerar y aprender a
valorar, para tomar decisiones cada vez más precisas.
Muchas empresas actúan todavía en base a criterios
anticuados en los que se considera sólo el nivel de ingresos que produce el
cliente y preparan programas que denominan «de fidelización», premiando a los
que más ingresos producen sin tener en cuenta los costes en los que incurre la
empresa para conseguirlos y consecuentemente se da, más veces de lo que muchos
piensan, la paradoja de que se premia a alguien que produce pérdidas.
Cuando las empresas piensan con mentalidad
profesional del siglo XX, comienzan por evaluar la inversión que han tenido que
realizar para conseguir un cliente, en definitiva, cuánto es el coste de
adquisición de un cliente y luego preparan una cuenta de resultados individual
de ese cliente, teniendo en cuenta los ingresos que genera y los costes en los
que hay que incurrir para conseguirlo y satisfacer sus necesidades y a partir
de aquí preparan sus programas de fidelización, premiando a los que más
beneficios individuales les producen.
No cabe duda de que es una mejora, pero el mercado
y la tipología de los clientes del siglo XXI exige algo más, que no es otra
cosa que considerar al cliente en toda su magnitud, con miras amplias,
considerando al cliente como un ser social, esto es que se relaciona e influye
en otros de su entorno.
Aquí es donde los criterios amplios de valor del
cliente cobran su auténtica importancia, cuando estamos valorando a un cliente
no sólo tenemos que contemplarle a él como ser individual, si bien tenemos que
tratarlo como si fuera el único cliente, tenemos que evaluarlo por la suma de
los beneficios directos que nos genera más los beneficios indirectos que
también nos genera, fruto de su capacidad de influir en su entorno. Tenemos que
evaluarlo como suma de su rentabilidad y de su prescripción efectiva y todo
ello multiplicado por el número de años durante los que estimamos va a actuar
como cliente activo.
5.3. El proceso de la fidelización
Son muchas las empresas que invierten auténticas
fortunas en programas que denominan de fidelización, pero cuántas, después de
un análisis riguroso, pueden afirmar que esa inversión tiene el retorno
esperado y no se convierten esos programas en unos auténticos sumideros, pozos
sin fondo donde se dilapidan cantidades ingentes de dinero y de donde
difícilmente se puede salir.
Las empresas no deben moverse espasmódicamente,
sino que deben actuar de forma continua, aunque puedan existir aceleraciones en
función de diferentes tipos de catalizadores externos e internos, de tal forma
que cada acción que realicen produzca resultados en sí misma y a su vez mejore
todas las condiciones para que la acción siguiente produzca aún mejores
resultados, entrando en un círculo virtuoso, del que saldrán reforzados todos
los stakeholders y por supuesto se obtenga mejores
rendimientos y beneficios.
Una frase que puede definir bastante bien estas ideas sería la que
refleja el deseo que a todo accionista le gustaría ver como objetivo asumido
por todos los empleados de la empresa: «crecimiento sostenido
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